Ese humano tuerto que lideraba la manada había sufrido una severa puñalada de un orco, tosiendo violentamente cada pocos pasos. Un hilo de sangre se filtró por la comisura de sus labios. Estaba terriblemente frágil, ya que su amigo lo apoyó para que caminara hacia adelante.
Después de varios cientos de metros, ese elfo no tenía planes de viajar juntos. Como si hubiera conservado su fuerza al máximo, se lanzó contra la nieve y bajó a toda velocidad por la ruta de la montaña. El enano acarició su gruesa barba, sus ojos brillando con una astuta brillantez, mientras se mantenía detrás del equipo de 3 hombres de Sheyan.
Piel desollada y ensangrentada, arrojada sin piedad de la cima de la montaña, un extraño estanque de fuego, una rapaz diabólica en ascenso... Después de escapar de ese calamitoso altar, sus pensamientos nunca cesaron.