Sheyan frunció el ceño mientras miraba a esos piratas con sus fríos y despreciativos ojos. Aunque no dijo nada, su mirada despreciativa reveló su burla interior. Hasta que los gritos y las maldiciones se calmaron, Sheyan levantó la voz con calma:
—Respetadas damas y caballeros, ¿por qué toman este lugar? ¿La calle Oxford de Londres? ¿Un bar al azar? ¿O un barco mercante que ha sido capturado por ustedes?
Sus rápidas preguntas sucesivas provocaron que el entusiasmo y la rabia de los piratas se ahogaran de repente en sus gargantas.