No les dije nada acerca de mis descubrimientos y me preparé para ir a un viaje a Nueva York, sola.
Antes de subir al colectivo que me llevaría hasta allí, Hércules se sienta al lado de mi asiento. Estaba cruzando los brazos alrededor de su pecho y lo noté enojado, ví a través del rabillo del ojo como apretaba demasiado su mandíbula.
Okey. Estaba muy cabreado.
No iba a decir nada, ya que tenía la ligera sospecha de que eso sería peor. Era como hablar con una pared cuando se cerraba y se volvía terco peor que una mula.
-- Alguna vez me dirás quién es Cedric o tendré que averiguarlo por mí misma?-- le pregunté.
Él no dijo nada, sino que se quedó en silencio y eso me molestaba.
-- Después no te enojes conmigo cuando hago lo mismo-- y gire mi cabeza para mirar desde la ventana.
No pensaba decirle nada, ni siquiera lo que había logrado recuperar algo de los recuerdos. Ni le iba a decir qué era lo que estaba planeando.
Luego sentí su cabeza en mi hombro y lo miré. Se había quedado dormido y se veía que él también estaba luchando contra los demonios de su interior.
Suspiré. No lograba estar enojada con él por mucho tiempo. Le acaricie su pelo y luego le di un beso sonoro en la base de su pelo.
Entrelace sus dedos con los míos y los puse en mi regazo.
Hércules había planeado desde un principio hacer lo que fue lo necesario para que el enfado y el malestar que sentía en mi interior, desapareciera. Lo que no se imaginó que reaccionará como lo hubiera hecho antes de que la memoria se fuera. Eso le produjo dolor.