Cuando recobre el sentido, ya sabía que no me encontraba a salvo.
Percibí el aroma a sudor de ese hombre, quién estaba mirándome hambriento y sabía que solo estaba esperando el momento exacto para atacar.
Logré verme y no tenía ninguna prenda para cubrir la desnudez de mi cuerpo. No sentí pudor ni vergüenza, eso me lo quito Cedric; la primera vez que ose a mirarlo a los ojos y no sentirme amenazada e intimidada por ese hombre, cuyos ojos eran peligrosos.
Eboza una lánguida sonrisa y es cuando él empieza a sacarse la ropa. Lo hace de manera lenta y sensual. Él emanaba sexualidad por todos los poros de su piel.
Se acerca hacia a mí, obliga a mis piernas que se doblaran y las abre.
-- Espero que sepas el castigo que caerá sobre ti por haberme traicionado-- y había una amenaza camuflada en sus palabras.
Baja su cabeza y empieza a lamerle. A cada lenguetazo, mis músculos de las piernas le seguían el ritmo. Pero no iba a arrancarme ni un jadeo.
Intenté agarrarlo de los pelos para que profundizará, cuando caí en la cuenta de que mis brazos estaban atados con una soga al cabezal de la cama ancha recubierta de sábanas de seda.
Empecé a arquear la espalda y ofreciéndome más hacia su boca.
Se detuvo y estaba por protestar por eso.
Penetra sus dedos y los usa para embestirme. Cuando llegue al orgasmo, ya no iba a ser dueña de mi misma por un tiempo.
Me penetra con su miembro y me agarra los pechos, juega con los pezones y de esta manera, empezó a vengarse y a darme el castigo por haberlo traicionado.