—¡No actúes como si todo esto fuera a causa del fracaso de tu vida amorosa! ¡Que estemos metidos en un lío se debe a causa de que tu vida amorosa es una mierda!
—¡Mierda! ¡Tu visión del amor es una absoluta mierda! ¡Si de verdad amases a Florencia, no la habrías herido una y otra vez! ¡Eres tan inmundo y repugnante como la mierda!
Cuando Lucien llegó a la biblioteca de Fernando en el trigésimo tercer piso de la torre de magia, aún podía escuchar los asombrosos rugidos de su maestro. Oliver, por otra parte, mantuvo su cuerpo a un lado y no se atrevió a enfrentarse al Señor de la Tormenta en absoluto, tan miserable como un pequeño bote en una gran tormenta.
—Maestro, ¿qué ha pasado? —Lucien intentó adivinarlo mientras estaba en el ascensor, pero fue en vano.
Fue entonces cuando Fernando dejó de escupir.