Lu Zhaoyang de repente se odiaba a sí misma por ello. Allí estaba ella, lejos de él, pero Huo Yunting seguía invadiendo sus pensamientos de vez en cuando.
De repente, Huo Chen la tomó por la cintura y la abrazó.
Su cálida y gentil voz vino de arriba de su cabeza.
—Dulces sueños, Yang Yang.
Una sensación de seguridad largamente olvidada se deslizó en su corazón. Lu Zhaoyang luchó contra el impulso de llorar mientras respondía en voz baja: —Buenas noches, Chen.
El apodo familiar trajo una sonrisa a la cara de Huo Chen, pero Lu Zhaoyang no lo vio.
Recordó que la escuchó decir su nombre cuando aún estaba inconsciente.
Su determinación de volver a verla le permitió despertarse del largo coma.
La temperatura cálida del hotel los protegía del frío de la noche.
Huo Chen la dejó ir a regañadientes y le abrió la puerta.
—Entra, ahora.