Por lo que, sus ojos tenían un rastro de desprecio por sus palabras.
Sin mirarle a la cara, Song Enya continuó: ―Aun así, puede que no sea malo que le des una lección de vez en cuando. No se puede malcriar a un niño, especialmente a los varones. Si no es guiado adecuadamente sobre los modales a esa edad, cuando crezca, puede que haya una posibilidad de que sea como esos ricos buenos para nada que sólo traen vergüenza a sus familias. Con esto en mente, creo que lo que el Hermano Mu hizo, está bien.
¡Dijo esas palabras sin pensar!
Los ojos de Mu Yazhe se entrecerraron un poco en descontento.
―Enxinunca ha sufrido un daño así; va a necesitar tres puntos de sutura en la nuca. Oh, dios. Tiene un amor inherente por la belleza. Si se entera de esto, se desatará un infierno…
―Enya.
Botó la ceniza de su cigarrillo y dio una última bocanada antes de apagarlo en el cenicero. Continuó sin prisa:
―Mu Yichen es mi hijo, el hijo de Mu Yazhe.