Presionó sus labios, respiró y dijo: ―Te extrañé.
Su beso fue inusualmente tierno y amoroso, era como un veneno que ninguna mujer podía combatir.
Parecía filtrarse a través de sus huesos y adormecer todos sus sentidos.
Fue entonces cuando intentó resistirse menos.
Él rodeo su cintura con sus brazos y presionó su espalda hacia un lado del sofá mientras se inclinaba lentamente sobre ella.
Antes de que ella pudiera encontrar una oportunidad de retroceder, encontró sus suaves labios cubriendo con los suyos una vez más.
En esa ocasión, el beso no fue tan agresivo como antes. Sus labios, que al principio se sentían fríos, empezaron a subir de a poco la temperatura bajo el calor de ella.
Su profundo beso llenó por completo su boca.
Ya no estaba contento con el goce superficial. Cuando se trataba de ella, él siempre estaba ansioso por más. Ella era como un misterioso tesoro que lo atraía a explorar cada vez más.