El aumento de la concentración de la poción de sobriedad, la cual conducía a una gran confusión mental después de su consumo, era un problema muy complicado en sí mismo. Implicaba cambios casi astronómicos y muchos conflictos. A parte de un farmacéutico del nivel de Divino Herrero, no había nadie que pudiera captar todos y cada uno de los cambios producidos en la poción.
El anciano y el joven, quienes estaban en sus asientos, eran considerados figuras principales dentro de la industria farmacéutica: uno era un maestro y el otro, un gurú. Habían hablado durante mucho rato y, sin embargo, todavía no habían encontrado ninguna solución. En cambio, el viejo Grimm aprendió mucho del debate. Cosas que nunca había oído ni pensado antes surgieron, de repente, en su cabeza y todos esas teorías extrañas y novedosas habían sido reveladoras para el viejo Grimm.
A Rowling, quien escuchaba a su lado, todo le sonaba a chino.