Mientras caminaba por el espléndido salón de banquetes, Lin Li se divirtió un poco con la situación. Nunca hubiera esperado que la belleza pelirroja le pidiera disculpas de repente y mucho menos que le pidiera convertirse en su aprendiz. Por lo que Lin Li había visto, ¡esa propuesta era ridícula!
Lin Li no era una persona tacaña y no solía pararse a pensar en sus propias acciones. De lo contrario, no habría instruido a Andoine en las Montañas del Ocaso. Estrictamente hablando, Andoine no tenía talento como farmacéutico. Seguía en sus trece, aunque ni siquiera podía recordar las fórmulas de las pociones más simples. Además, era impetuoso y torpe al prepararlas, y hacía explotar el laboratorio de pociones a la mínima de cambio.