Había sido fácil para Tan Bengbeng decirlo, pero de hecho había pasado mucho tiempo aprendiendo todo en aquel entonces.
Incapaz de contenerlo, Nian Xiaomu la abrazó y le preguntó: —Bengbeng, ¿qué haría yo sin ti?
Siempre recordaba cómo Tan Bengbeng se había sorprendido con sus palabras, antes de darse la vuelta y responder con seriedad.
—No tengas miedo, siempre estaré contigo.
«No tengas miedo, siempre estaré contigo...»
No hubo discursos floridos ni manifestaciones conmovedoras.
Era una frase muy simple, pero esa frase hizo que su figura solitaria se sintiera como si hubiera encontrado a un miembro de su familia.
Nian Xiaomu todavía se enfadaba cuando recordaba lo que había pasado entonces.
Afortunadamente, el tiempo en el que ella había estado así de desamparada había sido algo pasajero.