Melisa estaba sentada en la clase, intentando concentrarse en la conferencia del profesor.
Isabella se acurrucó en el cuello de Melisa, con su cola esponjosa moviéndose perezosamente detrás de ella.
Para ese momento, Melisa había aceptado que su regazo iba a ser el asiento de la kitsune de ahora en adelante, y parecía que todos los demás también lo habían aceptado, ya que nadie les daba miradas raras más.
—Mmm, eres tan cómoda, prima —ronroneó Isabella, su aliento haciéndole cosquillas en la piel a Melisa—. Podría quedarme aquí para siempre.
Melisa solo suspiró.
—Tampoco estás tan mal, supongo.
Isabella puso cara de puchero mirando hacia arriba mientras Melisa intentaba mantener la cara seria.
[Aunque, supongo que debería agradecerle. Esencia gratis. Definitivamente no rechazo eso... Pero ese puchero es demasiado adorable.]
Mientras el profesor continuaba con las complejidades de la magia elemental, la mente de Melisa comenzó a divagar.