Vivíamos en Grecia alrededor del 1300 antes de Cristo. Yo tenía nueve años cuando mi hermano, Aro, se apartó de nosotras. Mamá pensó que volvería pronto pero nunca lo hizo. Ya nos habíamos hechos a la idea de una vida sin él, al menos yo logré conseguirlo, pero parece ser que a pesar de los consejos y el consuelo que le brindé, mamá prefirió terminar con su vida. Fue entonces que decidí salir de Grecia y esperar a ver qué me deparaba, creyendo que los dioses aún tenían planes con mi alma.
Fue hasta que cumplí diecinueve cuando las cosas se tornaron interesantes.
Conocí a una mujer hermosa, de aspectos encantadores y unos ojos del color de los rubíes, se presentó ante mí como si nos conociéramos de toda la vida, me contó que solía pasear sola por las calles en busca de su hija, dijo que tuvo que dejarla sola porque la vida que actualmente llevaba era peligrosa para su pequeña, así que esperaba a que fuera lo suficientemente mayor para que pudiera incluirla en su nueva vida. De hecho, se mostraba con regocijo de saber que ese momento estaba por ocurrir.
Pasaron los días hasta que me confesó que Aro era su esposo y que de hecho, fue él quien le sugirió que se uniera a ese nuevo mundo. Tuve curiosidad por supuesto, ella sabía dónde estaba mi hermano y quería verlo con urgencia. Más que estar molesta con él, quería correr a sus brazos y no volver a apartarme de él y su nueva familia.
Fue entonces que conocí a un chico de no más de veinte años, con pelo negro hasta los hombros y de estatura más baja que yo. Sin embargo, tenía una increíble y elegante manera de moverse. Su piel blanca era igual de hermosa que la de aquella mujer que encontré, y sus ojos eran igual de rojos que los de ella. Su nombre era Marco y al instante, ambos quedamos fascinados. Como si nuestros caminos estuvieran destinados a encontrarse, eso era lo que él me decía. Aro apareció, con su mujer a un lado, Sulpicia, y otra pareja detrás de ellos: Cayo y Athenodora.
Me sorprendió bastante que Aro no luciera como un hombre en sus plenos treinta, era igual al chico de veinte años que se había ido, dejando a su madre y hermana desprotegidas.
«Lamento mucho lo sucedido, Dídima» me dijo Aro antes de revelarme que estaba creando a un clan de personas superdotadas, vampiros poderosos y con dones maravillosos. Él me pintó un mundo perfecto, en el que viviríamos para siempre y podríamos liderar a la humanidad a un mundo mejor. Todo era muy arriesgado, o al menos eso pensé en un inicio, pero logró convencerme con la idea de estar junto a Marco hasta que el mundo dejara de existir.
Acepté de inmediato. Me equivoqué, lo reconozco.
Y cuando el ardor comenzó a inundarme me recordaba a mí misma una y otra vez que todo valdría la pena. Marco estuvo para mí en esa horrible semana, tomando mi mano y prometiéndome que jamás se apartaría de mi lado. Puede que les suene demasiado cursi, pero en ese entonces, encontrar el amor, era cosa de los bendecidos por los dioses, la mayoría de la gente prefería el amor propio y solo complacerse con sus necesidades de vez en cuando.
Pasada la agonía, tuve que dejarme bombardear por un montón de reglas nuevas, Marco tuvo que ayudarme a salir de caza esa misma noche hasta que quedé satisfecha. Sin embargo, a petición de Aro, tuvimos que hacerlo con total discreción y sin llamar la atención de los humanos, no entendía por qué, pero Marco me ayudó a guardar el secreto.
Probé el sabor de la sangre en mis labios y fue como si el paraíso hubiera caído sobre mí. Un manjar tan delicioso que no me bastó con un solo humano… creo que fácilmente vacié la sangre de siete humanos esa noche. Mis ojos se llenaron de vida y aprecié colores que no había visto antes, pero a pesar de la belleza que había frente a mis ojos, el ardor en la garganta seguía ahí. Marco dijo que era algo normal, y como yo era una recién nacida, era una cosa por la que todos pasaban.
Marco y yo pasamos la mayor parte del tiempo fuera del palacio que Aro había construido en Volterra, pero siempre volvíamos para estar al tanto de las cosas que pasaban. Y en una de esas tantas cosas, frente a mí, se hallaba Sulpicia, con los ojos y los oídos cerrados a todo excepto a la niña de unos catorce años que cargaba, su cuerpo encorvado sobre el de la niña. Parecía un puñado de frágil ceniza o nieve, algo pasajero que había volado entre los brazos de Sulpicia por casualidad. Su alma, el espíritu que todo humano tenía, ya no estaba allí mientras Sulpicia le pasaba las manos por el cabello una y otra vez y le rogaba que se despertara y que la mirara aunque solo fuera una vez más. En lo alto del castillo, resonó el grito de una mujer en agonía que llama al nombre de la pequeña.
Tuve que preguntarle a Marco por qué no era posible traer a la niña de vuelta, a lo que él respondió que la niña ya llevaba mucho tiempo muerta, así que ya no era posible.
Traté de involucrarme más con Sulpicia, aprovechando que mi don constaba de hacer feliz a los que me rodeaban. Pero era imposible, su alma estaba tan afligida que aunque su cuerpo ya no derramara lágrimas, era posible provocar tanto dolor. Uno tan fuerte que ni un humano podría igualarlo. Sulpicia se obsesionó con buscar la forma de traer de vuelta a su hija mientras que Aro y Cayo usurparon el control del mundo de los vampiros de Vladimir y Stefan.
Los rumanos llamaron al dúo un «par de buitres repugnantes». Eso le gustó mucho a Aro, él relacionaba a los buitres como los encargados de limpiar los cadáveres que de otro modo podrían pudrirse y propagar enfermedades en todo el mundo. De ahí que se autonombraran Vulturis, crearon las leyes del mundo de los vampiros tal y como las conocemos ahora, Chelsea fue la primera vampira externa a nuestros lazos familiares, ella estaba dotada con el talento sobrenatural de influir en los lazos emocionales entre las personas y Aro fue capaz de verlo con su «telepatía táctil».
A escondidas, Sulpicia se había encariñado con un bebé mortal, lo robó de su madre solo porque veía los mismos ojos azules, que su hija, en él. Ella nunca me lo dijo, pero dado que no había mucho que hacer en el castillo, quise seguirla. Y ahí fue cuando lo vi. Un chico de la misma edad que Marco, Sulpicia se presentaba a él (cada que iba) con un nuevo truco que él les enseñaba a sus amigos y la gente le aplaudía. Su nombre era Vasilii, y se estaba enamorando de una vampira que notoriamente era igual de antigua que Sulpicia, sin embargo, ella nunca le dijo nada.
De hecho, lo más probable era que él ni siquiera quisiera a Sulpicia, ya que él no era un vampiro y Sulpicia nunca lo dejaba salir del pueblo en el que estaba, no le permitió seguir viendo a esa vampira de la que se había enamorado, pero Vasilii nunca le hizo caso.
Miles de cosas pasaron al año siguiente.
Nosotras, las esposas, estábamos enteradas de las cosas que Aro planeaba, como lo era la creación de una raza de criaturas superiores a las ya existentes. Y por alguna razón, Sulpicia vio una oportunidad para poder traer de vuelta a su hija. Dio con una bruja, Zaheera, quien había escuchado el rumor de que el brujo Tiberius había pasado años tratando de hacer lo mismo que Aro. Un bebé a partir de la unión de un hada y un vampiro, y cuando el bebé naciera, solo hacía falta que se le hiciera un conjuro de protección y sanación al niño para que viviera. Trato de hacer lo mismo en humanos, solo que dándoles de beber sangre de hada y antes de que la sangre los matara, inyectarles la ponzoña de un vampiro, y nuevamente, realizar el conjuro.
Sulpicia no quiso escuchar más porque la idea sonaba muy descabellada, pero cuando supo que los bebés mestizos del rey y Aro habían muerto, ella le sugirió la misma idea que le dio el brujo. Solo que llamaron a Amblys, por sugerencia de Joham. Cuando Sulpicia escuchó que había funcionado. Corrió al lugar en donde había enterrado a su hija, le pidió ayuda a Tiberius, a pesar de que éste trató de advertirle lo que había pasado con esos niños, ella se negó a escuchar y realizaron el procedimiento.
Pasaron dos días larguísimos hasta que su hija, Mele, reaccionó. La escondió en lo más profundo del castillo y Tiberius iba todas las noches para ver su avance, la chica reconoció a su madre a pesar de haber estado muerta todo ese tiempo, de hecho, era de lo más normal, idéntica a cualquier otro vampiro, pero no estaba preparada para que Aro la conociera. Por lo que Sulpicia salía a conseguir sangre para su hija y en ese viaje aprovechó para ir a ver a Vasilii, que terminó por enterarse de lo que ella le hizo, que lo había raptado y que había perdido a su hija por culpa de su esposo, que por eso lo retenía como si fuera su hijo.
Sulpicia dejó de escuchar cuando Vasilii mencionó que Aro había asesinado a Mele. A pesar de que estaba molesta con Sasha por envenenar a Vasilii con esas cosas del amor clandestino. Corrió de vuelta al castillo, donde le preguntó a su hija si recordaba cómo murió. Ella dijo que un hombre, con las mismas características de Aro, había intentado ahogarla, y como no funcionó clavó una daga en su corazón, la escondió y la dejó morir hasta que la llevó ante Sulpicia.
Yo estaba arreglando unos asuntos cuando Sulpicia me contó todas estas cosas, además de decirme que Aro solo me había transformado en vampiro porque creyó que mi don sería igual o mejor que el suyo. Solo que se arrepintió cuando supo que solo podía hacer feliz a la gente. Sulpicia estaba furiosa y la verdad es que ni yo sabía que hacer. Tuve tanto miedo del monstruo en el que se había convertido mi hermano, que preferí ir con Marco a contarle todo, él dijo que si yo quería podíamos irnos y hacer una vida solos y formar otro clan si la idea me gustaba. Acepté y Aro también pareció aceptarlo porque nos dio la bendición y nos deseó un buen viaje.
Lo que no sabía, es que estaba esperando el momento para actuar.
La noche antes de que Marco y yo nos marcháramos, Aro me condujo a un lugar apartado del castillo, pensé que me daría algo o que me diría algo en privado, pero la realidad es que trató de matarme cortándome en pedacitos.
Como él tenía a su propia guardia, difícilmente había asesinado a un vampiro, así que él no sabía: que no importaba cuanto se destruyera el cuerpo de un vampiro, éste, con ayuda de ponzoña, se podría reconstruir. Así que me escondí y traté de volver al castillo, un día después, para decirle a Marco que estaba con vida.
Sin embargo, la escena frente a mí me dejó perpleja: dos brujos retenían en el suelo a Aro y Cayo, frente a Sulpicia, Athenodora y Marco. Sulpicia expuso lo que ella había visto.
Ahí supe que Aro trató de matarme para retener a Marco, o más bien, tener en su control el don de mi esposo. Utilizó el poder de Chelsea para tratar de romper los lazos que tenía conmigo, sin embargo dio como resultado a un «zombi», sin emociones, sin nada. Totalmente vacío, como si ya nada le importara.
A pesar de esto, Sulpicia pidió la ayuda de Tiberius y Zaheera para sacarle toda la verdad a Aro y a Cayo, quien resultó ser cómplice del intento de asesinato de Mele y el mío. Resultó que Mele también tenía un don, el cual constaba de tomar el don de un vampiro y transferirlo a otro. Mele utilizó, a pedido de su madre, su poder transfiriendo el poder de Aro a su señora. Sulpicia utilizó su nuevo poder para leer todos los pensamientos de Aro. Ella descubrió que si ella o Athenodora se convertían en un problema, también las matarían.
La esposa de Aro había puesto como excusa tales actos atroces solo para vengar a su hija. Ambos fueron ejecutados. Y creí que podría salir y decirles que seguía con vida, pero la verdad era que ellas también estaban felices de que Aro se hubiera desecho de mí. «Era un estorbo, hubiera hecho todo lo posible con tal de arruinar mis planes. Solo ve, a la primera oportunidad que tuvo fue y le dijo todo a Marco», dijo Sulpicia con exaltación.
No me quedé a escuchar más, ni siquiera traté de acercarme a Marco porque sabría que sería en vano. Muy estúpida, pensé que si le decía al rey Oberón, podríamos detener a Sulpicia, pero la realidad fue otra. Él me retuvo contra mi voluntad con hechizos y conjuros por si algún día se le antojaba amenazar a la nueva orden de los Vulturis.
Hasta hace unos días me pude enterar del resto de la historia cuando logramos contactarnos con Joham.
Él dijo que Sulpicia perdió nuevamente a su hija cuando ésta fue perdiendo el control de sí misma, solo que no quiso matarla, por lo que la encerró en un calabozo y ahí duerme gracias al control de Zaheera y Tiberius, quienes le sirven más por obligación que porque realmente quieran. De hecho, Amblys una vez intentó rescatar a su hermano, pero éste le pidió que lo dejara ahí, que era lo mejor…
Las estriges se salieron de control, varios casos de estas criaturas comenzaron a rodear a los pueblos de todo el mundo, algunos pensaban que eran demonios, otros que se trataban de criaturas del bosque enviadas a recuperar la tierra que antes les pertenecía. Pero nadie sabía de dónde habían salido.
El responsable, claro, había sido Joham, en un intento desesperado de crear una criatura con uso de razón, aunque claro su plan iba más allá de lo que ya sabían los demás.
Vasilii terminó convertido en una estrige «por accidente» ya que Joham había visto una nueva oportunidad si experimentaba con toda clase de razas; Sulpicia sintió que ahora podría vengarse de Sasha, la mujer de la que su "hijo" se enamoró. Se reunió con el rey Oberón para acabar con la plaga de estriges, pero Sulpicia y los Vulturis fueron por una en especial. Sasha y Vasilii. Los encontró en Eslovaquia, donde declaró que nadie podía crear a una estrige o si no sería condenado a muerte, ya que estas especies representaban un riesgo para su secreto.
El clan de Denali salió impune de esto porque ellas juraron no saber nada de esto. Sulpicia les perdonó la vida. Pero Joham se reía entre las sombras, porque nunca supieron que él fue el responsable.
Los Vulturis volvieron a Volterra, donde Vladimir y Stefan ofrecieron unirse a ellos, para que pudieran gobernar juntos. Ellos confiaban en que Sulpicia, Athenodora y Marco serían más justos que Aro y Cayo, pero la realidad fue otra, pues Sulpicia no iba a arriesgar el secreto de su hija, nadie más que ella y los brujos sabían la verdad, ni siquiera Athenodora; por lo que acabó con el clan de los rumanos, quedándose con aquellos que tenían grandes dones. Ella sabía que mientras más poder tuviera, más difícil sería que alguien los retara más adelante.
Incluso encontró a Joham, pero no le dijo nada, confiaba que en sus experimentos encontraría una solución al gran problema de su hija. Por lo que pidió a sus brujos bloquear toda evidencia de sus mentes acerca de Mele y su relación con ella. Por eso ahora todos creen que se trata de su prisionera.
El primogénito del rey de las hadas era muy listo, se preguntaba si la cruza de una estrige con un humano daría como resultado una mejor versión de las estriges ya conocidas. Y es aquí cuando creó a tres estriges y las metió en una capsula donde había seis mujeres, dos humanas, dos hadas y dos lobo. Ninguna de ellas sobrevivió cuando dieron a luz, los hijos de las mujeres lobo simplemente nacieron muertos. Uno de los bebés de las hadas había bebido la sangre del otro. Y con los bebés de las humanas, solo uno se logró.
Así que por resultado solo tenía a dos bebés. Una estrige mitad hada —Wendell— y otra mitad mortal —Pherex— con un mismo propósito. A Wendell lo dejó en los pueblos ticuna de Brasil, donde lo criaron hasta que su comportamiento se volvió extraño llegado a su madurez; Joham estaba orgulloso de que ésta estrige estuviera más tiempo cuerda que todos los anteriores. Y repitió el mismo proceso con él, lo encerró con un hada que dio a luz a otro bebé, mucho más normal que los otros, pero con esos ojos que lo delataban. Y de ahí vino toda una generación mestiza que terminó en sus hijas adoptivas
Por otro lado, Pherex solo soportó hasta los dieciocho años, que fue cuando Joham lo encontró para hacer lo mismo que con Wendell, solo que lo dejó más desprotegido. Como resultado, vino toda una generación de personas poco cuerdas, la intensidad de esa locura fue disminuyendo con el paso de los siglos. Que fue cuando Amblys intervino y supo lo que Joham estaba haciendo, se sintió culpable, como si fuera culpa suya que todos esos humanos fueran a corromperse.
Juró proteger a ese linaje y llevarlos por un buen camino, apartados del mundo sobrenatural y de las garras de rey Oberón y Sulpicia. Los Higginbotham. La familia de Reneé, Beau, tu madre.
Cuando Joham supo que Reneé venía desde la descendencia de Pherex se sorprendió, no creyó que su lado mortal pudiera ganar y que al final fueran tan corrientes como cualquier otro humano, claro que tendían a encontrar el mundo sobrenatural por más que Amblys lo mantuviera bloqueado. Joham dejó embarazada a Reneé para ver si al menos su hijo podría ser estrige y funcionó.
Es por eso que Luca y tú son estriges, porque el papá de Luca era un hada, y tú recibiste la ponzoña de un vampiro, suficiente como para que esa criatura superior que tanto soñaban muchos, al fin apareciera. Como si en sus destinos estuviera marcado que se convertirían en un híbrido. Lo bueno de todo esto fue que el plan de ese lunático funcionó y ahora están aquí sanos y cuerdos.
El resto ya lo conocen.