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97.5% Las Mentiras De Kathe / Chapter 39: Capítulo 38

Chapter 39: Capítulo 38

Unas ganas de vomitar inmensas me hicieron abrir los ojos de golpe.

El olor a desinfectante era muy fuerte, la luz abundaba y un dolor insoportable apareció justo detrás de mi cabeza. Al parecer la fiesta de ayer había sido la bomba.

—¡Esta despierta! —alguien gritó haciendo que mi cabeza doliera mas, gracias quien quiera que fueras.

El ruido de una puerta seguida de pasos me hicieron esforzarme mas por abrir los ojos.

—Dios, no vuelvo a tomar vodka —me juré con voz ronca mientras acercaba una mano a mi cabeza para ver si seguía ahí o ya había explotado.

—¿Alexis, me escuchas? —dijo un hombre de bata blanca en voz muy alta.

—Claro que lo escucho, deje de gritar, ¿y por qué esta en mi habitación? —no entendía la presencia de aquella persona en la intimidad de mi hogar.

—Alexis, estamos en un hospital, no en tu habitación —me informó aquel extraño ser de bata de blanca, ahora que lo veía mejor podía notar su avanzada edad y lo bajito que era.

—Mierda, mi madre me va a matar —balbuceé tratando de levantarme lo mas rápido posible para regresar a casa, miré en todas direcciones buscando un reloj que me diera la hora, no lo encontré, pero lo que si me encontré fue peor.

Ana y mis padres ya estaban ahí, los tres parecían más preocupados que enojados, eso me dio esperanza de no ser regañada. ¿Tan mal me había puesto gracias al vodka?

—Mamá, lo puedo explicar —empecé a justificarme en voz baja quedándome lo mas quieta que pude—, te juro que no tomé mucho, ese vodka debió de estar adulterado, tu sabes que esas cosas a mi no me gustan.

No pude decir más porque mi madre se soltó a llorar, Ana perdió el color y parecía un fantasma, y mi padre solo podía abrazar a mi madre y tratar de calmarla. ¿Que rayos pasaba?, ¿tanto los había decepcionado para que reaccionaran así?

La puerta se abrió de golpe provocando que esta se estrellara contra la pared de la blanca habitación en la que nos encontrábamos.

Un chico rubio y alto entró desbocado, caminaba a paso firme y parecía preocupado, alguien lo seguía, no pude verlo debido al papasito que se aproximaba a mi rápidamente.

En menos de lo que canta un gallo el chico sexy ya me estaba rodeando con sus musculosos brazos, no sabía quien era, pero ¿quien era yo para negarle un abrazo a tan necesitado muchacho?

—No sabes lo asustado que me tenías, preciosa —el tono de su voz me era familiar, la calidez de sus palabras hizo resonar algo dentro de mi, yo lo conocía.

Boom.

Los recuerdos explotaron en mi cabeza dejándome helada.

Ahora sabía por qué estaba aquí, casi me asesinan, Leonardo, el asesino de Kathe casi termina conmigo también.

El miedo, la tristeza y la desesperación que sentí en ese hueco en la tierra disfrazado de iglesia regresaron a mi, el aire de repente parecía muy pesado, y las paredes de la habitación comenzaban a estrecharse entre si, sentía como si estuviera a punto de morir, mi corazón latía tan rápido que parecía mas un zumbido que un latido.

El sueño que tuve en aquella cueva también regreso a mi, la angustia solo empeoró la situación en la que ya estaba.

—¿Alexis? —escuché a Darío hablarme, la desesperación no me dejaba centrarme en nada, no podía pensar mas allá de que iba a morir—, ¡¿que le sucede?!

Estoy segura de que empecé a hiperventilar, mis pulmones no podían alojar el aire suficiente, era como estarme ahogando fuera del agua.

—Esta teniendo un ataque, es por el trauma que vivió —escuché decir al doctor en alguna parte de la habitación.

De repente estaba llorando, sentía las gruesas gotas de agua correr por mis mejillas, en mi desesperación intenté levantarme de la cama, no lo conseguí, mis piernas estaban adormecidas, aun así podía sentir que una de ellas estaba adolorida. El dolor en el torso me sorprendió, justo en las costillas, probablemente se rompieron un par.

Entre quejidos y lágrimas me arranqué la aguja del brazo que se encargaba de bombear líquidos a mi cuerpo, solo quería salir de aquel lugar lo más rápido que pudiera. No logré nada después de arrancarme la intravenosa, una enfermera apareció de la nada y me inyectó algo en el cuello.

No pasó mucho antes de que empezara a sentirme cansada y con mucho sueño, de repente el sentimiento de ahogo y muerte se fue, los ojos se me empezaron a cerrar por si solos, lo ultimo que vi fue a mi familia y a Darío mirándome con horror, había montado un buen espectáculo.

***

—¡Ese imbécil se puede ir a la mierda! —escuché a Kaori maldecir a lo lejos, no sabía por que gritaba, pero debía de estar sumamente molesto—, ¡no quiero ver a Jakub Mueller testificando!, tu mas que nadie sabe que es un idiota con sangre en las manos, se puede ir ahora mismo y nosotros diremos que tu la encontraste.

—No podríamos, Leonardo lo vio y solo le serviría para alegar que estamos mintiendo —Darío, era él discutiendo con Kaori—, además, ¿por qué no quieres a Jakub aquí?, si, te disparó, pero no es para tanto.

Mis ojos se abrieron de golpe. ¿Quien le disparó a quien?

—Trabajé con él, no quiero que le hable a Ana o a su familia de mi yo del pasado, no estoy dispuesto a perderla otra vez —dijo en voz baja Kaori.

Mientras ellos hablaban yo me enderecé como pude en la cama, es difícil moverte cuando todo da vueltas y no sientes la mitad del cuerpo.

—¿Por qué no quieres que conozcamos tu pasado?, ¿acaso trabajaste en un burdel?, no es que esté mal, pero aun hay gente con prejuicios y te entiendo si es eso —murmuré tratando de mantener la mirada en un desconcertado Kaori frente a mi.

—¿Cuando despertaste? —preguntó Kaori mientras Darío corría hacia mi.

—Desde que mencionaron a un tal Jakub, ¿Jakub era tu proxeneta? —mi lengua se sentía graciosa en mi boca y por un segundo me vi tentada en sacarla para ver si era la misma de siempre.

—Alexis, ¿quieres que llame al doctor?, ¿como te sientes? —Darío me tomó entre sus dos manos, acarició mis mejillas adormecidas con sus pulgares y me miró a los ojos fijamente.

—No llames a ese enano con bata blanca, espera, mejor si llamalo, quiero que me de mas de lo que me inyectó su enfermera, me siento en las nubes —dije riendo al final, me importaba poco que me viera como una loca, realmente me sentía en las nubes, todo iba tan lento y me sentía muy relajada.

—Son los tranquilizantes que le inyectaron —murmuró Kaori con una de sus negras cejas levantada.

La puerta se abrió súbitamente para dejar pasar a mi hermana. Tenía los ojos muy rojos, y la expresión en su cara era la misma que la de hace unos momentos cuando me drogaron.

—¡Ana Banana! —grité con verdadera alegría, por fin alguien de mi familia para que me dijera si mi lengua era la misma de antes o si se veía rara—, que bueno que llegaste, ¿donde estabas?

Mi hermana no me contestó, caminó hasta mi cama rápidamente y me abrazó tan fuerte que sentí el mismo dolor en el torso que cuando desperté la primera vez.

Podía escuchar como Ana sorbía mocos en mi hombro, muy cerca de mi oreja para mi gusto.

—¿Alguien le puede pasar un clinex a Ana Banana? —pregunté dándole palmaditas en la espalda esperando que se calmara un poco.

En menos de lo que canta un gallo Kaori ya tenía un paquete entero de clinex a disposición de mi hermana para que se limpiara los mocos.

—¿En que año estamos? —me cuestionó repentinamente Ana cuando dejó de abrazarme—, ¿sabes que fue lo que le ocurrió a Kathe?

Por alguna razón solo me quede con la primera pregunta, y esa pregunta me llevaba a una respuesta, respuesta que me llevaba a una canción.

—Estamos en el 2000 —contesté pensativa—, en el 2000.

—Ya la perdimos —declaró Ana haciendo puchero, estaba segura de que iba a llorar otra vez, así que empecé a cantar la canción que su pregunta me había hecho recordar.

—En el 2000 mi hermana va a parir una célula creciente de una relación caliente —podía jurar que Ana estaba a punto de lanzarse sobre mi para taparme la boca—, y deprimida, también ardida, odiará a ese ser humano que se ha ido y la ha dejado.

—¿Esta cantando una canción de Natalia Lafourcade? —se cuestionó Darío.

—Pero el planeta gira y gira a la derecha —vociferé sintiendo perfectamente lo que estaba cantando, todo me daba vueltas, tal vez estaba hablando demasiado para alguien a quien le habían suministrado drogas para relajarse.

—¿Por qué esta cantando? —Kaori se veía muy confundido.

—Porque esta drogada, nada de lo que diga tendrá sentido —Ana se apresuró a contestarle a Kaori, era obvio que aun no le había informado sobre una pequeña gran cosa en camino.

—Si tiene sentido, no te hagas pato Ana —dije señalando a mi hermana. Esa desgraciada no me iba a dejar como una drogadicta mentirosa frente a mi hombre—, tu sabes que tiene s...

No terminé de hablar, Darío puso frente a mi un enorme ramo de rosas rojas, eso captó mi atención de inmediato.

—¡Me trajiste un ramo de rosas buchón! —grité emocionada.

—¿Te trajo un qué? —escuché a mi madre preguntar en la puerta de la habitación.

Primero miré el ramo y luego a mi madre, no sabía como explicarle lo que era un ramo de rosas buchón.

Mi padre ni siquiera pronunció una palabra, me abrazó como lo hizo Ana, le importó poco que Darío tuviese que hacerse a un lado con sus flores para que no fueran aplastadas.

—Que susto nos diste, pequeña problemática —susurró mi padre solo para mi.

Detrás de sus palabras podía escuchar el dolor, podía estar segura de que estaba aguantando las lágrimas, sinceramente nunca había visto llorar a mi padre, y parecía que hoy no iba a ser la excepción.

—Lo siento —pedí perdón sonriendo.

Por alguna extraña razón no podía llorar, y aunque sabía que esto estaba siendo muy triste, no estaba triste, me sentía como un zombi, sin sentimiento y algo muerta por dentro.

—¡Es mi amiga! —se escucharon gritos fuera de la habitación—, ¡puede llamar a su madre también, tal vez ella le ayude a detenerme!

Esos gritos solo podían ser de una persona, y su nombre empezaba con "M" y terminaba con "arceline".

Mi padre se alejó de mi para mirar la puerta con una ceja alzada.

La puerta se abrió de golpe e inmediatamente entró mi amiga, no podía reconocerla, ella nunca habría gritado en un hospital, y mucho menos le hubiera mencionado a su madre a una persona en un hospital.

—Mierda —dijo en voz baja cuando me vio. ¿Tan mal me veía?

Marceline se detuvo de golpe enfrente de la puerta por la que había entrado, esto provocó que la persona que venía detrás de ella chocara con mi amiga, al principio creí que era Román, pero no, detrás de ella había un hombre alto y guapo. Mínimo debía de medir 1.90, llevaba el pelo a rapa y una barba que parecía de un par de días, la camisa gris que llevaba se pegada a sus brazos musculosos. Tenía facciones muy marcadas y sus ojos eran como esmeraldas adornadas de pestañas largas y rizadas, parecía el tipo de hombre que gritaba peligro, pero que aun así te atraía.

—Necesito verme en un espejo —pensé en voz alta mirando de un lado a otro buscando uno, pero no lo encontré, así que tomé la brillante de decisión de levantarme para ir al baño.

—No te levantes —me ordenó Darío empujándome suavemente de vuelta a la cama—, estas muy herida.

—¿Que hace él aquí? —se pronunció Kaori en voz amenazante.

—Kaori, ¿podemos hablar afuera? —Darío exclamó rápidamente.

Darío ni siquiera le dio tiempo a Kaori de volver a hablar, lo tomó del brazo y lo sacó de la habitación.

El hombre que había entrado con Marceline ahora miraba a mi amiga y a mi con mucha curiosidad.

—Dios, nunca debí dejarte sola en la escuela —se reprochó a si misma para después soltarse a llorar como un bebé. De repente ya estaba rodeándome con los brazos.

—Esta bien, no me sucedió nada, un par de golpes y eso es todo —la tranquilicé con palabras y una sonrisa tonta, definitivamente estaba muy drogada—, oye, ¿a quien le gritaste allá afuera?

De verdad me intrigaba la persona que se había ganado la furia de mi amiga.

—¿Le gritaste al papucho que entró detrás de ti? —susurré en el oído de mi amiga.

Marceline se rio y se puso roja al mismo tiempo.

—No, le grité al policía que está afuera de tu habitación.

—¿Hay un policía afuera de mi habitación?, ¿a caso el imbécil de Leonardo no fue arrestado? —protesté enojada, incluso pensé en levantarme e ir a buscarlo yo misma otra vez.

Las drogas te hacen fuerte y valiente.

—Tranquila, Jakub se encargó de que no huyera —dijo Marceline mirando con timidez al hombre que entró detrás de ella.

—Si, Jakub te sacó de esa iglesia subterránea, y no me cansaré de agradecerle por lo que hizo —habló mi padre ofreciéndole un apretón de manos a aquel hombre.

—No tiene por que agradecerme, Darío fue el que orquestó todo, yo solo estaba tratando de ayudar —la voz ronca de Jakub me recordó a la silueta que entró en la iglesia y discutió con Leonardo, justo antes de que me desmayara.

—¿Fuiste tu el que llamó a Leonardo Ted Bundy? —si, de todo lo que recuerdo dentro de aquel lugar en penumbras, la mención de Ted Bundy era lo que más grabado en mi mente se había quedado.

—Si, y no puedo creer que escucharas eso, parecía que estabas inconsciente cuando te sacaron de ahí.

—Solo escuché eso, no recuerdo que me hayan sacado de ahí.

Durante toda la conversación noté algo, Jakub no le quitaba la mirada de encima a Marceline, y no era cualquier mirada, parecía que había fuego en sus ojos, casi como si quisiera devorarla.

—Jakub, ¿te gusta Marceline?, porque es menor de edad, y tu pareces ser todo un hombre que puede ir a la cárcel por estar con una menor de edad.

Marceline trató de callarme mirándome como si quisiera acabar el trabajo que Leonardo empezó.

Mientras tanto, Jakub me miró con una sonrisa gigante en su rostro, mi pregunta no le había afectado en lo absoluto.

Jakub se acercó a mi cama, casi a la misma altura que Marceline, y lentamente se inclinó hasta estar a un par de centímetros de las dos.

—Tendría que estar ciego, sordo y ser gay para que Marcela no me gustara, y con respecto a lo de ser menor de edad —en este punto cualquier otra cosa que Jakub dijera ya no me sorprendería, el hombre tenía los pantalones bien puestos y era claro como el agua cuando hablaba—, no lo será toda la vida, y yo no me mantendré muy lejos cuando eso pase.

Ahogue un grito.

—¡Hay por dios!

Mi amiga ni siquiera podía pronunciar una palabra, estaba roja y miraba a Jakub con los ojos bien abiertos. Estaba segura de que mis padres y mi hermana no habían escuchado nada, Jakub se había asegurado de que solo nosotras dos lo pudiéramos oír.

—¿Quien iba a decir que a Marceline le lloverían los hombres?, primero Román y luego Jakub —no fui discreta para nada, elevé la voz lo suficiente para que mis padres me miraran mal y Ana viniera a mi corriendo para hacerme callar.

—Creo que fue suficiente para ella por hoy, creo que deberías irte Jakub —dijo mi hermana.

—¿Román? —preguntó Jakub con el ceño fruncido y una mirada de odio incontenible—, ¿sabes quien es ese tal Román, Ana?

Momento, estos dos se estaban hablando con mucha familiaridad, a caso ellos...

—¿Se conocen? —indagué.

Jakub y Ana se miraron, y luego me miraron a mi.

—Lo conocí cuando trabajaba, teníamos amigos en común —dijo mi hermana mirando a mis padres. Era obvio para mi que no se habían conocido así.

—Aja —dije sonriendo mientras pensaba en todo lo que Darío y Kaori habían dicho cuando estaba despertando por segunda vez —, bueno, ¿y cuando nos presentas al novio, Ana?

Y en ese momento, como si el universo estuviera ayudándome a sacar los trapitos de mi hermana al aire, entró Kaori a la habitación.

—¡Kaori! —grité—, que bueno que regresaste, cuenta nos, ¿tu tienes novia?

—No lo quería hacer de está manera, pero ya que Alexis comenzó, yo termino —dijo Ana en voz baja, tan baja que apenas pude escucharla.

—¿Que dijiste, Ana? —preguntó mi madre, al parecer la habitación era lo suficientemente grande para que no se escuchara hasta donde estaba mi madre, pero lo suficientemente pequeña para que pareciera que no cabía ni un alma mas.

—¡Estoy embarazada! —gritó Ana—, por eso renuncié a mi trabajo, quemé todos mis dispositivos electrónicos y luego los remplacé, porque el padre del bebé es un maldito genio de la tecnología y tenía miedo de que me encontrara después de que lo vi con otra mujer.

No puede evitarlo, me reí muy fuerte después de ver la cara de Kaori y mis padres. Estaba segura de que mi madre se desmayaría si no la hacían sentarse ya, mi padre tenía cara de no entender lo que mi hermana decía, era como si a un niño le explicaras física cuántica.

Y Kaori.

El pobre hombre había abandonado el planeta, no físicamente, pero si mentalmente.

—Y el maldito genio de la tecnología me encontró —volvió a hablar mi hermana apuntando a Kaori.

Juraría que Kaori acababa de aterrizar en Marte, pero no fue por mucho tiempo, cuando reaccionó prácticamente corrió hacia mi hermana, creí que la derribaría, pero no lo hizo, la abrazó con delicadeza.

—Te juro que no te engañé con nadie —alcancé a escuchar a Kaori decir, y no fue porque el novio de mi hermana hablara en voz alta, mas bien fue porque yo traté de acercarme lo mas que pude para escuchar lo que decían. Necesitaba la información completa.

—Lo se, Nesy Katko me contó todo lo que sucedió —dijo Ana en voz baja. ¿Por qué demonios todos estaban susurrando?

—¿Quien es Nesy Katko? —la intriga me mataba.

Mi hermana me miró feo desde los brazos de Kaori.

—¿No deberían darle mas drogas a la chismosa? —preguntó Ana.

—Ya te gustaría —exclamé.

Un teléfono sonando interrumpió mi pelea con Ana, miré a todos en la habitación, pero parecía que a nadie pertenecía aquel aparato ruidoso.

—Alexis —Marceline tomó algo de la mesita de noche que estaba junto a la cama y me lo entregó.

Era mi teléfono, tenía la pantalla rota pero aun funcionaba, y estaba sonando.

El número en la pantalla era desconocido, todos me miraban con temor, como si Leonardo pudiera salir del dispositivo ruidoso y asesinarme.

Al diablo Leonardo, al diablo sentir miedo, ahora estaba drogada y era lo suficientemente valiente para hablar con quien fuese.

—Bueno, casa de citas "Conejitas calientes", sexo a domicilio, ¿en que puedo ayudarlo? —si iba a enfrentar este momento traumático, lo haría riéndome un rato.

Una risa femenina proveniente del teléfono me llamó la atención, ¿era Cristal o Eva?

—Sabía que eras atrevida, pero no sabía que tanto, hasta ahora —esa era la voz de una chica muy sexy al teléfono, me preguntaba si no era ella la de la casa de citas—, escucha, solo llamo para hacerte saber que te admiro por lo que hiciste por tu amiga Kathe, si el imbécil que mató a tu amiga y te lastimó llega a salir de la cárcel, llama a este número y pregunta por Nesy, te ayudaré a acabar con lo que empezaste.

¿Esa es la tal Nesy que Ana mencionó?

—¿Eres Nesy Katko? —le pregunté sentándome derecha en la cama.

—Espero que te recuperes pronto, Alexis —colgó, no me dio tiempo de decir nada más, ella solo colgó.

—Te llamó Nesy —de repente Darío estaba junto a mi para quitarme el teléfono.

Ni siquiera dije una palabra, solo asentí.

¿A que se refería Nesy con terminar lo que inicié?, ¿quien era Nesy y por qué quería ayudarme?


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