Cisne yacía en la cama después de que la sábana había sido cambiada. Intentó cerrar los ojos y dormirse, pero no pudo hacerlo.
No dejaba de pensar en Gale, quien parecía molesto por su oferta de sacrificarse si fuera necesario para curar la maldición.
—¿Está enojado conmigo? ¿Pero por qué? Aria y la Reina Madre no lo pensaron dos veces antes de sacrificarme, y estoy segura de que todos en el palacio de Santa Achate estarían más que dispuestos a salvar sus vidas a cambio de tan solo una vida indigna —Cisne se rehusaba a creer que Gale—o alguien en este reino de los bestiahombres la considerara un ser humano. Era ingenua, pero no lo suficientemente ingenua como para pensar que alguien sería amable con ella sin razón.
Estaba ensimismada pensando en Gale hasta que el verdadero saltó a la habitación por la ventana.
Cisne desvió la mirada y vio a Gale, cuyo cabello estaba ligeramente húmedo, prueba de que acababa de ir al lago.