Estoy un rato con algunas de las salamandras. Comen de mi mano. Y se pasean por la habitación. Las chicas también están. Vigilándolas a ellas y a mí. O eso han dicho.
Es por la mañana. Debería estar haciendo copias, pero no voy a ir por un tiempo. El problema es mi qi. Ya ni con el brazalete tengo suficiente. Estoy cerca de la etapa dos. Lo que me pone un poco nervioso. Espero no tener problemas. Nunca he subido una etapa de Alma. Y mi cultivación es un tanto especial.
Mejor no pensar en eso por ahora. Aún me faltan unos días para llegar. Y he tenido suerte de poder ver a las salamandras salir. Salseis es realmente mimosa. Salcuatro se ha metido entre mis pantalones. Las chicas, en lugar de ayudarme, se reían.
No sé realmente cuando volveré a hacer las copias. Es mi principal fuente de ingresos. Pero no me queda más remedio que esperar. Tendré que ver qué tal puedo hacerlas con qi de la etapa dos simulando ser la uno.
Ganaría más si hiciera copias de la etapa dos. Pero no puedo revelar mi cultivación. No podría explicar subir en tan poco tiempo. Si todo sale bien.
Al cabo de un rato, llaman a la puerta. Son Tai Fen y Yawen. Devuelvo a las salamandras. ¡Salcuatro, ven ya! ¡No seas traviesa! Se ha metido debajo de la cama. No me queda más remedio que guardar la cama en el Almacén. Se queda al descubierto. La cojo y la devuelvo también. Y a las chicas. Para que sigan riéndose. Renuevo el aire con el de la Residencia. Es algo que hago habitualmente, si viene alguien.
Voy a abrir. Espera. Traigo de nuevo la cama.
–Hola. ¿Qué os trae por aquí?– los invito a entrar.
–Hola. ¿Estás bien? ¿Pasa algo?– me pregunta Yawen, un tanto preocupada.
–Estoy bien, ¿por qué?– me extraño.
–Hemos ido a verte a la librería, pero no salías. Nos han dicho que no habías ido, que no irías en unos días– explica Tai Fen.
–¡Ah! Nada grave. Necesitaba unos días de descanso. ¿Para qué me queríais ver?
–¡Para celebrarlo! ¡Estoy en ocho!– exclama Tai Fen.
Le ha costado un poco llegar. A causa de Yawen. Pero acelerará después gracias a ella. Quizás, le ha causado algunos problemas en su facción. Tenían expectativas altas en él. Aunque no es un problema. Las recuperará por la misma razón que se ha retrasado. Y es feliz junto a ella.
Me invitan a tomar algo al bar del mercado. Hay un restaurante en la secta, pero es un poco caro. Y el ambiente más formal.
Se le ve alegre. Le estaban metiendo mucha presión. Yawen y yo nos miramos. Sonreímos. Lo miramos a él. Hemos pensado lo mismo. Los dos nos alegramos por él. Sin duda, ella mucho más.
–No se sabe nada de Ga Gui. Se le ve entrar a los aposentos de su maestro, pero nada más– me revela.
Por lo que me dijeron, tiene un maestro por contactos de su tío. Puede que no sea un maestro muy poderoso, pero es mucho mejor que no tenerlo. Se ve que estaba enfadado con él por perder humillantemente conmigo. Y lo está obligando a entrenar. Bueno, no es asunto mío. Espero.
–¡Hola, Kong!– me saluda una voz conocida.
Es Bei Liu. Por supuesto, está Bi Lang con ella. Diría que salen de la tienda de ropa.
–¡Hola!– las saludo, un tanto sorprendido. No esperaba encontrarlas –. Deja que os presente. Estos son mis amigos Tai Feng y Yawen, ya os he hablado alguna vez de ellos. Ellas son Bei Liu y Bi Lang.
–Por fin os conocemos. Kong es demasiado celoso y nunca os había presentado. Venid, sentaros si no tenéis nada que hacer. Estábamos celebrando que Tai Feng ha subido a la etapa ocho– las invita Yawen.
Sin duda, sabe de ellas por Pen. Debe de saber bastante.
–¡Felicidades! Pen me ha hablado de vosotros. Más que Kong. No nos cuenta casi nada– protesta Bi Lang, aceptando la invitación.
–¡Eso no es justo!– me quejo.
–Ja, ja. No tienes escapatoria. Las mujeres siempre… ¡Ay!– se queja Tai Feng.
Mira a Yawen. Esta le saca la lengua. Le ha pellizcado. Mis pervertidas se ríen. Se sientan al lado de Yawen. Me ignoran. Bueno, me han besado primero. Dulces. Aunque no apasionadas. Bueno, estamos en público.
Se ponen a hablar con ella. Las tres se meten con nosotros. Riéndose. Sabiendo que las escuchamos.
Tai Feng y yo nos miramos. Me encojo de hombros. Él se ríe. Aunque se metan con él, parece contento.
–Son las dos primeras estudiantes que hablan con ella sin prejuicios. Deberías traerlas más– me susurra.
–¿Traerlas? Me temo que te la van a robar más a menudo de lo que te imaginas– lo amenazo.
Ellas se callan y nos miran.
–¿Nos estáis criticando?– me acusa Bi Lang.
–Mucho menos que vosotras– le aseguro.
–¿¡Tanto!?– se escandaliza Bei Liu.
Yawen se ríe. Aunque se sorprende cuando la cogen cada una de una mano.
–Nos la llevamos. Te la devolvemos luego– prometen –. Kong, guárdanos la ropa. No mires.
Tai Feng se queda mirándolas sin saber qué decir. La arrastran a la tienda de ropa. Es culpa de Yawen. Ha cometido un terrible error. Ha dicho que Tai Feng le había dado para que se comprara ropa. Pero que no sabía qué comprar. No sabía con quién estaba hablando.
Me mira. Me encojo de hombros.
–Se la han llevado de compras. No pararán hasta que la convenzan de comprarse algo– le explico.
El alza las cejas por un momento. Luego se ríe.
–¡Ja, ja! ¡Tendrías que habérselas presentado antes! No había manera de que eligiera nada para ella. Decía que no sabía qué elegir. O que no hacía falta. Vale que no nos sobran los puntos, pero para eso tengo. Tiene que ser un poco menos considerada por mí y más por ella– se queja con mucho cariño.
–No te preocupes, ellas se encargarán de todo– le aseguro, sonriendo.
Si en algo son de fiar, es en eso. Las conozco bien.
Estamos un rato hablando mientras esperamos. Le explico lo que me contó el instructor de bastón. Igual puede servirle de inspiración.
–Avanzas bastante rápido. Me das envidia– se sorprende Tai Feng.
–Tú también avanzarás más rápido. Seguro que has notado mejora a medida que Yawen subía– le animo.
–La verdad es que sí. Antes de subir, ya era casi igual a antes. Ahora, ha bajado un poco. Pero seguro que es más rápido cuando ella esté más alta– responde, animado.
–Oh, veo que te has dado prisa en comprobarlo– me burlo un poco.
–Pues claro, es mi obligación– intenta mostrarse seguro, pero está algo avergonzado por el desliz.
Seguimos hablando. Me reitera que cualquier cosa, puedo acudir a él. Resulta reconfortante tener un amigo. Quizás, es el único del mismo sexo. Bueno, está Chen, pero ahora resulta difícil hablar con él. Sigue siendo un esclavo. ¿Quizás Xu Siyu o Dai Quon? Por ahora, no los llamaría amigos. Al menos, no como Tai Feng. Tenemos buena relación. Pero solo cuando nos vemos en los eventos de combate o entrenando con bastón.
Tai Feng tampoco tiene muchos amigos. Se ha sentido muy decepcionado con algunos que decían serlo. Pero lo han dejado de lado cuando se ha quedado un poco atrás en cultivación. Aunque sea temporalmente. Al menos, ahora sabe cómo son.
Finalmente, vuelven. A Tai Feng se le dibuja una enorme sonrisa. Yawen va vestida con un bonito traje azul. Parece que es fácil moverse con él. Se sonroja ante la mirada ardiente de su amado.
–¿Qué tal le queda?– pregunta Bei Liu.
Es evidente que quiere provocar la respuesta de Tai Feng.
–¡Increíble!– responde este, mirando a su amada sin parpadear. Ella se sonroja más.
–¡Ya te dije que le gustaría! ¡Vamos a enseñarle lo otro!– exclama Bi Lang.
–¡Ni hablar!– se niega Yawen, apartando la bolsa.
–Pero si lo verá de todas formas…– insiste Bei Liu.
Las conozco demasiado para no darme cuenta de que están burlándose de ella. Amistosamente. Traviesas. Apuesto que es algún tipo de ropa interior. Con suerte, un tanto provocativa. Tai Feng parece querer preguntar. No tiene ocasión.
–¡Lo hacéis queriendo!– las acusa, antes de volver a mirar a Tai Feng –¡Y tú no preguntes!
Se queda con la boca abierta. Estaba a punto de hacerlo.
–Ten paciencia. Ya lo sabrás cuando llegue el momento– le susurro.
Él asiente y la mira. Le sonríe. Está preciosa. Para sus ojos, aún lo debe de estar más. Cuando se sienta a su lado, la besa en la mejilla. Mis pervertidas me reclaman también un beso. Envidiosas.
Ninguna de las tres revela nada más de la sesión de compras. Aparte de comprar, me pregunto que más habrán hecho. Me temo, que mis pervertidas habrán corrompido un poco a Yawen. Bueno, supongo que no tiene nada de malo.
Esta no suelta la bolsa. Contiene la ropa que llevaba antes. Y algo más. Aunque en seguida se relaja. Y esta vez hablamos los cinco. Sin duda, mis pervertidas son las que más. Preguntan mucho. Sobre ellos. Y todo lo que sepan sobre mí. Cotillas.
—————
Nos separamos de ellos cuando entramos en la secta. Y Yawen se vuelve a sonrojar un poco, mirando la bolsa. Me los quedo mirando cuando se van.
–¿Qué le habéis hecho comprar? Algo pervertido, ¿verdad?– las acuso.
–¡Mira quién fue a hablar! ¿Tengo que recordarte la ropa interior que nos compraste?– me acusa Bei Liu.
–No hace falta. Tengo grabada en mi mente la imagen de vosotras con esa ropa. Estabais preciosas– aseguro, riéndome.
–Pervertido…– me acusa Bi Lang –Seguro que a Tai Feng le gustará.
No me lo dicen, pero sus palabras confirman mis sospechas. Sin duda, le gustará.
Mientras hablamos, me acompañan a mi cabaña. Parecen un poco decepcionadas. Quizás esperaban que las acompañara a la suya. A medio entrar, me giro, las miro y les sonrío.
–¿Qué hacéis ahí paradas? ¿Os tengo que arrastrar dentro? ¿No me vais a enseñar qué os habéis comprado?
–¡Ah! ¡Claro! ¡Vamos!– exclama Bei Liu, ilusionada.
–Date prisa. ¿Qué haces parado?– me empuja Bi Lang hasta dentro.
Me hacen sentarme en la cama. Me prohíben moverme. Se quitan la ropa delante de mí. Sensualmente. Medio bailando. Se acercan. Me besan. Se alejan cuando intento acariciarlas. Entre risas. Y entonces se vuelven a vestir. También muy sensualmente. Pero con otras ropas.
Resulta curioso. La ropa interior es más bien discreta. Casi parece ropa normal. Si no fuera tan ceñida. El resto de la ropa es más bien escasa. Sería un tanto escandalosa con otra ropa interior. Pero tapa lo justo para que no se vean sus pezones marcados en el sujetador. También tapa la forma de su vagina, que se dibuja en una especie de pantalones cortos ajustados que hacen la función de bragas. Me han dicho alguna vez como se llaman. No lo recuerdo.
El resultado lo encuentro muy erótico. No acaban de mostrar mucho, pero lo insinúan todo. Bueno, piernas y hombros están a la vista. Eso es normal para ellas. Para otras, sería indecente.
–¿Qué tal?– me pregunta Bei Liu.
–Mal– me quejo.
–¿No te gusta?– pregunta Bi Lang, decepcionada.
–Todo lo contrario. El problema es que no me dejáis moverme para comprobarlo de más cerca– protesto.
––Ja, ja, ja–– ríen las dos.
Se acercan. Me besan cada una en una mejilla.
–Ya puedes moverte– me susurra Bei Liu en el oído.
–Somos tuyas– me susurra Bi Lang en el otro.
No es difícil imaginar lo que viene a continuación. La verdad es que tenía previsto ir a verlas luego. Hemos adelantado unas horas. Pronto, sus ropas están por el suelo. Y las mías. Los tres desnudos sobre la cama. Nuestros cuerpos restregándose. Nuestros labios, ocupados. Nuestras manos, recorriendo cuerpos ajenos.
Las hago a cada una hacer un simulacro de subir de nivel. Mientras las penetro. No es la primera vez. Aunque eso no impide que se burlen de mí. Diciendo que tengo gustos muy extraños. Muy pervertidos.
Están a punto de subir a 6. He hecho lo posible para facilitarlo. Y Fen Huan les ha regalado el tiempo que le quedaba en la caverna. Donde el qi es más denso. No les ha dejado negarse. En unos días, irán. Podrían incluso ir hoy. Me he asegurado de eso. No deberían tener problemas.
Además, les he dicho que era el último día que tenía sexo con ellas en la etapa cinco. Aunque me han hecho prometer una celebración, nosotros tres solos. No podía negarme.
Las acabo teniendo conmigo el resto de la mañana. Consintiéndolas. Mimándolas. Luego las envío a cultivar. Por mucho que se quejen. Tienen que prepararse. Cuánto me gustaría decirles la verdad. Y subirlas. No solo ayudarlas a abrirlos parcialmente sin que se den cuenta.