Cisne observó al bestiahombre hurón hasta que abandonó la sala del trono y suspiró. Rápidamente encorvó su espalda y bajó la cabeza, pues tratar con tanta gente la agotaba por completo.
Le hacía querer meterse bajo su manta y esconderse del resto del mundo.
«¿Cuánto tiempo tengo que hacer esto? Hasta ahora, solo he tratado asuntos menores en el reino, pero ¿qué pasa si tengo que tomar una decisión importante cuando Gale no esté? Seguramente, él no confiaría demasiado en mí, ¿verdad?», pensaba Cisne. «Ah, me pone nerviosa cada vez que imagino lo que sucederá una vez que Gale descubra mi verdadera identidad.»
«Realmente me gusta, aunque espero que al menos me perdone. No me importaría ser abandonada en algún lugar del bosque si eso significa que no tendría que morir en su mano», pensaba Cisne mientras comenzaba a imaginar el peor caso posible.