Shen Ji Yun, quien observaba todo desde arriba —estaba sentado en una de las barras del techo— casi saltó hacia abajo. Solo su extremo autocontrol le impidió hacerlo. Al mirar los ojitos enrojecidos de Luo Yan, esas lágrimas recorriendo sus blancas mejillas, su cuerpo entero temblando como si un débil viento pudiera derribarlo, podría despertar la lástima de cualquiera que lo viera.
Y Shen Ji Yun no era cualquier persona. Así que era aún más difícil para él ver esto. Es como si cada gota de lágrimas que caía de los ojos de Luo Yan fuera una puñalada en su corazón. Nunca le había importado el dolor. Incluso si terminara magullado y golpeado, probablemente no reaccionaría tanto. Pero al ver al conejo de esta manera, como si el mundo entero lo persiguiera, era algo que casi no podía soportar. Y pensar que todo era solo una actuación.
Se preguntó cómo reaccionaría si hubiera visto las lágrimas reales de Luo Yan. ¿Simplemente se descontrolaría en ese momento?