Miguel me escuchaba atentamente al principio, pero a medida que escuchaba, fruncía el ceño.
Sin embargo, seguí quejándome con él sin darme cuenta. Por el contrario, cuanto más hablaba, más agraviada me sentía.
—Solo quieres tener sexo conmigo todos los días, como si solo estuviera para ese propósito. La persona que amas no soy yo en absoluto. Solo te gusta mi cuerpo. Tal vez necesitas una pareja de cama...
Finalmente, Miguel no pudo soportarlo más y bajó la cabeza para besarme, impidiéndome decir más.
Mi indignación se convirtió instantáneamente en sollozos ahogados.
Los cálidos labios y lengua de Miguel barrieron mi boca, ocupando cada rincón del espacio. Sus emociones ardientes y desbordantes me fueron transmitidas, junto con sus movimientos intensos. Casi me quitaba el aliento, y mi cara se enrojeció debido a la ligera falta de oxígeno.