"Benita levantó las manos para tocar los brazos de Steffan, de los cuales él se alejó rápidamente, para el disgusto de Benita.
Aún mantenía su sonrisa forzada mientras se quejaba, —Tus garras son demasiado puntiagudas, querido. Soy una visitante aquí y merezco ser cuidada.
La expresión de Steffan era tan oscura como el fondo de una olla quemada mientras replicaba,
—Si necesitas a alguien que te espere, hay innumerables sirvientes en la casa. Puedes elegir a cualquiera de ellos, pero no a mí.
El ambiente a su alrededor contrastaba enormemente con el ambiente animado y colorido en otras partes del jardín.
—Pero yo quiero que tú me sirvas —ella parpadeó en lo que asumió que sin lugar a dudas atraería su simpatía.
Había sido criada con la creencia de que a las mujeres se les debía mimar y no ignorar y siempre se le había consentido con todos y todo a su disposición.