Trinidad
Después de que Reece y yo nos preparamos para el día, era hora de bajar a desayunar. Tenía hambre y necesitaba comer, pero tampoco quería esperar para discutir lo que era importante en este momento.
—Dietrich, Shawn, Shane, David, Vicente, ¿podría juntarse todos a desayunar en mi habitación? —les pregunté antes de dirigirme a Roisin—. ¿Podrías traer todo arriba para nosotros?
—Por supuesto, mi señora. Estaré allí pronto. —Inclinó ligeramente la cabeza y comenzó a preparar la comida para llevarla arriba.
Los cinco hombres a los que les pedí que se unieran a mí tenían ojos curiosos pero ninguno de ellos parecía que iban a decir que no. Ni que alguna vez lo harían. Todos sabían que no les pediría esto a menos que hubiera una razón.